1000 Historias que contar...

Hubo otro Roger Federer hace mil partidos, un tenista del que se hablaba sin que nadie acertara con la magnitud de su leyenda. Hubo otro Federer, desaliñado en su presentación, un crío de 17 años que se estrenó en Gstaad y lo hizo con derrota. Hubo otro Federer, que antes de ser exquisito y educado rompía raquetas y se pasaba la bola entre las piernas, incluso sudaba más de lo que lo hace ahora con cinta y bien peinado. Pero ya entonces había talento y elegancia, algo indescriptible que define a los genios, igual de desprendido con las lágrimas como adolescente que como treintañero. La próxima madrugada, contra Juan Martín del Potro, Federer cumple mil partidos en el circuito entre el asombro de una parroquia que le adora. Nunca se ha visto a nadie igual.



Le dio la alternativa Lucas Arnold, un argentino que presume de ser de los pocos con el cara a cara a favor ya que le ganó ese día de verano. Fue en Gstaad, el 7 de julio de 1998, y desde entonces Federer ha crecido hasta el infinito, dueño de 70 títulos y 53 millones de dólares en premios, un puñado de puntos que le han mantenido hasta 285 semanas en lo más alto antes de que le pasara Rafa Nadal. En su ruta de viaje, acumula 813 victorias y apenas 186 derrotas, más de 2.000 sets a su favor y sólo dos abandonos. Su vida se resume desde el éxito.




El primer paso

Arnold recuerda ese día, padre simbólico del Federer actual. «Él era la promesa de su país, y venía de ganar Wimbledon en júnior. Yo jugué bien y Federer no podía meter el revés. Le hacía saque y red sobre el revés, y no la podía meter», explica. Después de 80 minutos, Federer perdía por un doble 6-4 y cerró ese 1998 con un bagaje de dos victorias y tres derrotas.


Tropiezos para aprender
En el curso 2000, año en el que conoció a su mujer, Mirka Vavrinec, en los Juegos de Sidney, Federer disputó sus primeras finales y perdió en ambas. La primera fue en Marsella, ante Marc Rosset, y poco después volvió a rematar al palo ante Enqvist en Basilea. «Pensé que nunca iba a ganar ningún torneo después de esas dos derrotas», dijo ayer Federer. El primer éxito llegó en Milán un año después, en 2001. Superó en la final a Julien Boutter, pero se dio a conocer por ganar a Pete Sampras en los octavos de Wimbledon cuando el norteamericano era una eminencia del All England Club.


Primeras lágrimas

El primer premio gordo de Federer llega en 2003, en su pista fetiche de Wimbledon. Era el Federer con coleta, impecable en su ejecución, dueño de un revés patrimonio de la humanidad. El 23 de junio se lanzó a la hierba de la Catedral del tenis y repitió cinco veces más. Su vida está ligada a los grandes ya que atesora 16, más que nadie en la historia, y porque alcanzó veintitrés semifinales de forma consecutiva en estos torneos. Completó el Grand Slam con Roland Garros en 2009.





Nadal, enemigo íntimo

En Miami, en 2004, se miden Federer y Nadal por primera vez en lo que será el prólogo de una rivalidad eterna. El español prometía con sus piratas y camiseta sin mangas, pero emergió en los tiempos en donde el suizo lo ganaba casi todo. Desde ese día, se han enfrentado de forma oficial hasta en 26 ocasiones, con 17 triunfos para Nadal y episodios memorables como aquella final de Wimbledon en 2008 en lo que se ha considerado el mejor partido de todos los tiempos. Ambos han compartido la poltrona hasta la eclosión de Novak Djokovic y la admiración entre Nadal y Federer trasciende a lo meramente deportivo ya que siempre han sido generosos con el piropo y los abrazos.




El sueño olímpico

Menos protagonista el año pasado, por primera vez sin un grande desde 2003, Federer alimenta el sueño olímpico y más siendo Londres el escenario. Es verdad que en Pekín ganó una medalla de oro, pero fue en dobles formando con Stanislas Wawrinka. Ahora, con treinta años, se mentaliza para culminar en Wimbledon una carrera irrepetible. «El tenis me ha dado grandes momentos y sensaciones. Lloraba con las derrotas, pero nunca pensé que lloraría con las victorias», explica desde sus recuerdos, nostálgico ante la efeméride. Son mil tardes con Federer, todas preciosas por la exclusividad de este tenista. Son mil tardes para recordar.

VAMOS ROGER!!!!!!!!!

Siempre tus fans....!!!!!